Virgen de Guadalupe. Manto del mundo

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Cristina Rubalcava, pintora mexicana radicada en Paris desde 1970, rinde homenaje a la Virgen morena del Tepeyac por medio de una serie de obras que ha creado y exhibido en diversos santuarios y espacios culturales de Francia, España y Portugal y con el mural Virgen de Guadalupe, Manto del Mundo, que después de una presentación en la iglesia de San Sulpicio en Paris, llega a su morada definitiva: el Museo de la Basílica de Guadalupe.

La Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe y su recinto museístico, ven cristalizado un proyecto cultural que surgió hace tiempo con la visita de la artista a México y al santuario mariano. Rubalcava conoció la idea central de la exposición Zodíaco Mariano, que antecedió a esta muestra en las instalaciones del museo. De ahí obtuvo un gran número de conceptos y elementos visuales para la elaboración del mural y de algunas de las pinturas de la exposición, como la idea del manto protector y la reinterpretación de un programa mariano. La serie titulada Peregrinar Guadalupano surgió a partir de las imágenes que representan la tradición piadosa del Tepeyac, conocidas como las “cuatro apariciones”, continuando con un conjunto de piezas figurativas y alegóricas vinculadas a la devoción popular y a diversos santuarios marianos, que conforme se produjeron se han ido exhibiendo. La obra de la artista mexicana busca “hablarle a todos”, de ahí que su propio Zodíaco Mariano incluya devociones particulares de pueblos europeos como la Virgen de la Macarena, de Lourdes, de Montserrat, de las Angustias, o Nuestra Señora de las Nieves. Las pinturas de pequeño formato se han exhibido en una muestra itinerante, y en un largo peregrinar llegan finalmente al Tepeyac.

El imponente tríptico mural que hoy se devela presenta a Nuestra Señora de Guadalupe de México resplandeciente, que en una nueva hierofanía pone en valor su título amoroso por excelencia: María como Madre de la Misericordia. El manto de la Imagen guadalupana se muestra desplegado, ejerciendo así, su protección sobre el pueblo mexicano y el resto del mundo. La pintora logra patentizar la amorosa sombra que cobija al mundo terrenal, brindado una visión optimista del mismo.

En tres paneles se conjugan, de manera sugestiva, tradiciones mexicanas a la par de catástrofes internacionales. El lienzo central identifica el sentir de nuestro pueblo a través de imágenes significativas como son los cerros y volcanes, el águila sobre el nopal, el tradicional mariachi y el mitote. El templo del Tepeyac, ahí representado como axis mundi, es el santuario mariano en el que confluyen millones de peregrinos: hombres y mujeres que acuden caminando desde diversos lugares del mundo para solicitar favores o agradecer milagros a su Madre Celestial. El regocijo se contrapone dramáticamente en los paneles laterales, mismos que la artista ocupó para plasmar visualmente los trágicos eventos internacionales que han ocurrido en los últimos años. En el lienzo izquierdo se miran los ojos del mundo que derraman lágrimas de dolor sobre personajes de la política, que representan la continuación de la violencia. Cristina Rubalcava evoca eventos de violencia como el ataque a las torres gemelas, la guerra de Irak, la caída de Saddam Hussein, la muerte de Yasser Arafat, los atentados en Madrid y las muertas de Ciudad Juárez. Sin duda un panorama de devastación, muerte y miedo que el propio ser humano ha provocado, y que sin embargo puede vislumbrarse optimista ante la serenidad a que incita el seno de Santa María de Guadalupe. Como Madre protectora, María es invocada como salvaguarda y amparo ante las hecatombes y calamidades, Ella cuida a sus hijos de catástrofes naturales como las que se miran en el panel derecho del mural. En este tercer lienzo, la pintora reproduce edificios significativos de la cultura francesa, aquella que vive y comparte desde hace varios años. También rinde homenaje y reúne en una gran peregrinación, a personajes importantes de la Iglesia, la cultura, la ciencia, la política, familiares y amigos. Todos cobijados bajo el Manto del Mundo que ofrece tranquilidad ante la agitación mundial.
El tigre que huye de la extinción animal y se dirige al cobijo de María de Guadalupe, no se encuentra solo en su ascensión celeste; un grupo de personas busca desesperadamente su refugio e intercesión divina, y otro más –con personajes retratados entre nubes y querubines– llega a Ella a través de la “escalera al cielo”. Finalmente se observa en el mural a uno de los personajes más importantes del acontecimiento guadalupano: san Juan Diego, que se conduce dinámicamente hacia la Virgen ofreciéndole el ramo de rosas que obraron el portento en el Tepeyac. Las flores de Castilla han sido colocadas en un gran ramo, que la humanidad entrega a María Santísima como ofrenda permanente para implorar la paz mundial.

Cristina Rubalcava logra dar una dimensión universal a la devoción guadalupana basándose en elementos de raigambre local. En el tríptico mural nos invita a presenciar el milagro y la trascendencia de este culto mexicano en el extranjero, convoca a la reflexión, y deja a la posteridad un documento visual de la historia de México y del mundo.

Martha Reta
Depto. de Investigación
Museo de la Basílica de Guadalupe



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